El lenguaje plástico con que está resuelto presenta características diversas que de alguna manera vienen a justificar atribuciones dispares. Así, la tensión dramática del gesto y cierto abocetamiento de la técnica quieren recordar -aunque bien de lejos-, el mundo goyesco lo que, unido a evidentes descuidos de dibujo y cierto regusto por el feísmo y las formas un tanto imprecisas, vendrían a explicar su atribución a Juliá, si bien los rasgos del modelo humano se ajustan a prototipos clásicos, lo que hizo apuntar a Camps su posible origen italiano. Con todo, este pequeño cuadrito no parece más que un ensayo académico, seguramente un ejercicio de expresión facial, tan habituales en las enseñanzas de tantos jóvenes aspirantes a pintores y, por tanto, de personalidad muy poco marcada, pudiéndose fechar por su estilo y paleta en torno al cambio de siglo, aunque, por le momento, resulta mucha más sensato mantenerlo como obra anónima.