La Virgen está sentada en un alto estrado, con el Niño en pie junto a ella. Éste se inclina hacia el Santo que, arrodillado en un plano inferior, tiende las manos para recibir el rosario que le ofrece. En primer término, el perro blanquinegro con una antorcha en la boca, atributo del Santo. Arriba, ángeles y querubines apenas esbozados.
Se trata, sin duda, de un boceto para cuadro de altar o de oratorio,
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La Virgen está sentada en un alto estrado, con el Niño en pie junto a ella. Éste se inclina hacia el Santo que, arrodillado en un plano inferior, tiende las manos para recibir el rosario que le ofrece. En primer término, el perro blanquinegro con una antorcha en la boca, atributo del Santo. Arriba, ángeles y querubines apenas esbozados.
Se trata, sin duda, de un boceto para cuadro de altar o de oratorio, muy delicado de color y con técnica ligera pero precisa. Puede fecharse en el último tercio del siglo XVIII. La composición, severa y bien ordenada, evidencia el conocimiento de las composiciones romano-boloñesas del siglo XVII, y aún más las de Carlo Maratta, ya en el umbral del XVIII. Los modelos humanos, especialmente el Niño Jesús y los ángeles, recuerdan un tanto los de Giaquinto y las enseñanzas de los primeros años de la Academia de San Fernando, todo lo cual lleva a pensar en un artista que en su formación reúna estos variados componentes. Por ello, sin estar completamente seguros, pues son escasas y de muy distinto carácter las obras religiosas conocidas de su mano, es posible proponer como autor de este boceto al madrileño José del Castillo en un momento próximo a 1781-87 en que realizaba el lienzo de El abrazo de Santo Domingo y San Francisco de la iglesia de San Francisco el Grande de Madrid para el que se conserva un centelleante boceto en la Academia de San Fernando, análogo, en ciertos aspectos, al presente.
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