Característico retrato del pintor de Rotterdam de mediados de los años cincuenta, de medio cuerpo, mirando al espectador, y destacando la figura sobre un fondo neutro oscuro. En estos años De Jongh está todavía bajo la influencia de su maestro Anthonie Palamedesz y, a través de éste, de Mierevelt. Sus retratos siguen la tradición holandesa, sobrios, distinguidos y con luz ligeramente desde la izquierda, pero su modelado es suave y las faccions menos duras que las de sus antecesores. Su seguridad en el dibujo y el tratamiento de la luz atestiguan ya en estos primeros años su habilidad como retratista, captando la personalidad de sus modelos con talento y sensibilidad. Existen varios retratos muy relacionados con éste, firmados y fechados entre 1654 y 1660 por Ludolf de Jongh. Son retratos de damas elegantes, ataviadas con trajes oscuros, cuellos de encaje, collares de perlas y adornos en el pelo, con lazos casi idénticos. Siguen estricatamente fórmulas tradicionales, reflejo de sus años en el estudio de Palamedesz en Delft, pero ya es evidente su originalidad en la captación psicológica de sus retratados. Con su pincelada fluida y certero dibujo, representa con minuciosidad los adornos y joyas e ilumina más frontalmente que a los hombres, los rostros femeninos, para que sus facciones resulten más suaves, pero siempre con gran veracidad (...). (ROYO-VILLANOVA, Mercedes, en Obras maestras de la Colección Lázaro, Madrid, 2002.)