Al parecer y aunque el Repertorio de Lacoste figura bajo el nombre - a todas luces inadmisible- de Goya, Lázaro lo creía de Paret y así se recogía en el fichero de Ruiz Vernacci, fotógrafo que heredó el fondo Lacoste. M.L. Caturla aceptó la atribución, creyéndolo obra tardía y elogiándola sin reservas, pero O. Delgado, que lo acepta también, cree ver en él "rasgos estilísticos muy similares a otros trabajos juveniles del pintor". El análisis de este último crítico se apoya en la composición diagonal y en ciertas características formales que le emparejan, a su juicio, con otras obras, como la Vista de Valencia de la Colección Casa Torres que la crítica actual no acepta como obra de Paret. Especialmenet, la rigidez y verticalidad de la mayor parte de los personajes, análoga a la de los lienzos de los Ornatos de Madrid para la proclamación de Carlos III del Museo Municipal, que tampoco se aceptan como suyos, obliga a retirar la atribución al pintor madrileño. Camón Aznar, que sin embargo aceptaba la atribución a Paret, lo creía "quizás anterior a 1768" y alababa "la jugosidad de color y la delicada minucia en los personajes". Gaya Nuño, que consideraba que "el encuadramiento, el tema multitudinario y el canon observado en las figuritas parecen efectivametne de Paret", señala justamente que las abundantes expresiones grotescas y deformes no tienen precedentes en la obra del gran artista y optó por excluirlo definitivamente de su catálogo pues es evidente que no es fácil situarlo en la línea evolutiva del maestro. Lo que a O. Delgado parece imprecisión de artista joven, es para M.L. Caturla decidido giro hacia la moda más avanzada "que anticipa a los románticos" y "se aparta del azul y los modos refinados del siglo XVIII para hacerse grisácea, y acercarse a la sensibilidad del siglo XIX". Todo ello hace, efectivamente, pensar en artista como Antonio Carnicero, cuyo Globo Mongolfier del Museo del Prado, obra de 1783, ofrece muchísimos puntos de contacto con esta composición, especialmente en la citada verticalidad y paralelismo de los personajes y en la inclusión de algunas menudas notas anecdóticas. Es preciso, sin embargo, reconocer que la Procesión tiene una mayor complejidad en su composición y una vivacidad y gracia muy superiores. La atribución que proponemos a Carnicero habrá de ser considerada como provisional, pero es, quizás, la má adecuada en el momento actual de nuestro conocimiento, sobre todo pensando en obras como el curioso lienzo Extramuros de la Puerta de San Vicente [...], de dimensiones virtualmente idénticas a este lienzo, que se considera de Carnicero y ofrece una perfecta equivalencia a cuanto aquí se muestra, tanto en la organización del espacio como en el tratamiento de los personajes.