El emperador mogol Humayun (1508-1556), hijo del famoso Babur, subió al trono de Delhi en 1530 pero hubo de retirarse a Kabul después de mantener una lucha de diez años con afganos e hindúes. Invadió nuevamente la India y recuperó Delhi en 1555. Tras su muerte, acaecida en 1556, le sucedió su hijo Akbar que reinó hasta el año 1605 llevando a cabo una importante labor de estabilización y pacificación, y dando un gran impulso a la cultura. La iluminación de la Colección Lázaro está realizada durante el reinado del emperador Jahangir (1605-1627), nieto de Humayun. En ella podemos apreciar la influencia del arte mogol que penetró en la India a partir de 1525, introduciendo un fuerte academicismo en contraposición a la pintura alegre, llena de vida, que era la nota fundamental de la iluminación hindú de la escuela de Rajputa y de la realizada en algunos estados del Punjab. En esta "Cacería del Emperador Humayun" está presente la habilidad en la pincelada y la maestría en el uso del color y del dibujo que caracterizó a la iluminación mogola de los siglos XVI y XVII; el cuidado y la minuciosidad con la que están trabajados cada uno de los detalles, como se puede apreciar en el tratamiento de los animales, vestimentas y en esa diminuta pareja que acompañada por un perro y un borriquillo marcha hacia la ciudad. Además debemos destacar la belleza del paisaje, donde encontramos recuerdos de la estética china en la forma de pintar montañas, o mongola, como el brillo dorado del cielo y el balanceo de los árboles, pero representado de una manera más descriptiva y con tonalidades más claras, propias del siglo XVII. (ESPINOSA MARTÍN, M. Carmen, en Obras maestras de la Colección Lázaro Galdiano, Madrid, 2002.) : En esta escena se representa una cacería del emperador Humayun, a caballo y con el halcón en su mano, rodeado por su séquito. La acción transcurre al amanecer, en un bello paraje natural. Se aprecia un fuerte academicismo. Está presente la habilidad en la pincelada y la maestría en el uso del color y del dibujo. Destaca el ciudado y la minuciosidad con el que están trabajados cada uno de los detalles, como vemos en el tratamiento de los animales, vestimentas y en esa diminuta pareja que acompañada por un perro y un boriquillo marcha hacia la ciudad. Destaca además la belleza del paisaje, donde encontramos recuerdos de la estética china en la forma de pintar las montañas, o mongola, como el brillo dorado del cielo y el balanceo de lo árboles, pero representado de una manera más descriptiva y con tonalidades más claras. (ESPINOSA MARTÍN, M. Carmen)