La obra presenta aspectos usuales en este tipo de piezas y otros de mayor significación. El asa tiene trayectoria normal y carece de los adornos que a veces suelen acompañarla. A finales del siglo XVII se imponen las tapas muy planas y los pies de garra y bola; la tapa de la pieza madrileña obedece a esta tendencia, pero no los pies, de los que quizá el gran tamaño de la pieza hizo aconsejable prescindir. Por eso conserva todavía la tradicional moldura en la base, que suele ser lisa o con adorno grabado de espejos radiales; en la obra que estudiamos presenta, en cambio, motivos vegetales que no conocemos en otras. [...]. Con excepción de una copa del museo de Ulm fechable hacia 1689, el resto de la producción conocida de Schuch es posterior a este pichel y no permite establecer comparaciones. En el tesoro de la catedral de Osnabrück se conserva un juego de cáliz, vinajeras y hostiario, hacia 1705-1710, con importantes fondos de ornato vegetal que ofrecen por dibujo y estructura un carácter distinto, más leve y desahogado, aunque se extiende por toda la superficie, que el mostrado por el jarro madrileño. A pesar de ello puede vislumbrarse todavía algo del espléndido naturalismo que la pieza del Museo Lázaro Galdiano rezuma en cada motivo foliáceo. Es este tipo de decoración y la opulencia de su relieve, junto a la elegancia del trazo, lo que más destaca en la labor de Schuch.