Jarro de cuerpo esferoidal un poco aplastado con alto cuello de perfil cóncavo y tapa de cúpula con remate en una flor, que se acciona con charnela. Pico es ese que arranca hacia la mitad d ela panza y termina a la altura de la boca; la boca de sierpe deja asomar un tubo, tiene pequeñas alas y el resto con cubierta vegetal. Asa muy fina en ese con cabeza de animal hacia abajo tras unirse a la boca y pequeño ramal antes del final que se une a la panza. Nudo como gran toro y pie circular que se levanta con perfil sinuoso. La tapa se adorna con espejos circulares y cintas al cuello con acanto en la parte superior y espejos en la inferior; en la panza van cuatro medallas de querubines y guirnaldas entre trofeos, el friso central lleva botones y la parte baja del cuerpo cabezas de sátiros en tarjetas entre racimos, el toro se decora con acanto, la parte troncocónica del pie con festones y la zona convexa con espejos puntiagudos.
Pensamos que la primera marca, en efecto, corresponde a Toleo, aunque, desde luego, no es una variante del siglo XVI pues entonces la º va sobre la T y el perfil es ovalado. El águila fue marca toledana, pero aparece en varias piezas que clasificamos hacia 1900; quizá se usó pensando que el águila imperial de Carlos V adorna muchas obras toledanas realizadas cuando el emperador estaba en Castilla y, en concreto, en Toledo y que de alguna forma es un símbolo heráldico de la ciudad. La tercera marca, que tanto puede parecer una flor como una letra, también la hemos observado en otras piezas, a veces acompañada de una personal del artífice que aquí no aparece. No hay, por tanto, posibilidad por ahora de identificar al platero que hizo este jarro. Pero está claro que estas tres marcas fueron empleadas por distintos artífices que casi con toda seguridad actuaron en Toledo alrededro de 1900. Las piezas que conocemos son recreaciones de obras típicas del siglo XVI -por ejemplo, jarros de pico castellanos- aunque algunas imitan también piezas del XVII. De cualquier manera no se trata nunca de copias sino de versiones con tantas variantes que resultan inconfundibles. No conocemos ningún jarro toledano del siglo XVI que tenga parecido con éste. [...]. Como suele suceder en obras que de cerca o de lejos imitan piezas antiguas, se detectan incoherencias. Los adornos de espejos son típicos en torno a 1600 y el acanto por lo general aparece aún más tarde y no corresponden a un modelo de jarro cerecano a tipos de mediados del siglo XVI. La labor técnica de relevado es también impropia y, además, de calidad no es muy buena.
CAMÓN AZNAR, José. Guía del Museo Lázaro Galdiano. Madrid: Fundación Lázaro Galdiano, 1993. Pág. 87. CAMPS CAZORLA, Emilio. Inventario del Museo Lázaro Galdiano (1948-1950). CRUZ VALDOVINOS, José Manuel. Platería en la Fundación Lázaro Galdiano. Madrid: 2000. Pág. 377-379, nº 177.